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Y vio Dios que era Bueno

 

                        “Miró Dios y vio cuanto había hecho y todo era muy bueno.” (Gn.2,31)

 

Dios mira desde el cielo y crea; y mira lo creado y lo llena de su armonía y santidad, y porque así lo ha hecho le parece bello, y mira y todo se llena de amor y de vida.

Dios mira desde lo alto del cielo y se fija en el hombre, y a su barro amasado le insufla su ruha divino, le modela un corazón semejante al suyo, le fortalece, le llena de gracia y de ternura... Dios pone sus ojos complacidos en el hombre y sobre los que esperan en su amor

Dios mira y comparte en hora de brisa su amistad y la intimidad de su corazón, y bendice y protege, y multiplica rebaños de ovejas y toros, y conduce a fuentes tranquilas, y tiende escaleras que unen el cielo y la tierra, y lucha y se deja vencer por el hombre para multiplicarle como las estrellas y hacerle bendición de pueblos.

Dios mira y ve la injusticia y la opresión de su pueblo, y los castigos que sufren, y se hace zarza ardiente que atrae al amigo descalzo, y le habla y desata su lengua tartamuda, y fortalece su cuerpo viejo y le abre su corazón en alianza, y en mana y en aguas que calman el hambre y la sed, y en tablas le escribe la ley más sabia y cercana...

Dios mira y ve al siervo doliente, al hombre precioso, imagen de Él salida de sus manos con tanto cariño... y vuelve su rostro porque no reconoce lo que Él, mirando inclinado, con aliento de vida le dio semejanza de su ser... Y mira, y ve a un don nadie, maltratado, deshecho de hombres, piltrafa desfigurada llena de salivazos y moratones... Dios mira y con hambre de abrazos, teniendo tesoros y herencia que dar tiende sus brazos en cruz.

Dios, pasando a tu lado, te mira y te ve enlodazado en tu sangre y en polvo... y te lava, y te sana y te cubre y te viste y te adorna y te dice ¡VIVE!. Y vuelve a mirarte una y mil veces, y te levanta y te llena de amores, y te hace muy suyo, muy suya, vestida de linos, brocados y sedas...  Te mira y te hace tatuaje en su mano, y alianza, corona y diadema...

Y tu te miras, y miras a otros, y te ves “renegrío” y moreno de guardar rebaños ajenos... Pero, mirado por Dios, viéndote ennegrecido por fuera como las tiendas de Quedar y de Salmá, descubres que dentro estás lleno, empapado de gracias, de luz y misterio que envuelve tu vida y te incendia por dentro, y buscas a quien te ha mirado y sembrado al mirarte su hambre y deseo de Él. Y miras y buscas y vas preguntando, y aunque los centinelas no vean ni encuentren a nadie... tú, porque el tiempo de amar te ha tocado, dices que estas loca, loco y hambriento de Amor.

El hombre, que es sabio, le pide a Dios que le mire, que le diga su nombre al mirarle, que le muestre su rostro, que le llene con la misericordia de su corazón, que le mire como al niño destetado en el regazo de su madre, que mire la bajeza de su esclavo para que todas las gentes vean que, aún con cadenas de la herida del pecado, su mirada de Dios, a los pobre y humildes les llena de bienes, y por generaciones los hace bienaventurados.

Jesús es mirada de Dios Abbá Padre, que, con ojos de Amor Trinitario, mira al joven que en medio del tumulto de gente en camino no sabe qué hacer para merecer herencia de vida eterna: “Jesús, mirándole le amó, y le dijo, ve, vende, rparte, vente conmigo...”.

Jesús, mirada de Dios Abbá Padre, mira a todos... a pastores y reyes, a pecadores en bautismo de río, mira al hombre de la mano seca y le dice que está sana y llena de fuerza...  Mira a Simón el leproso, y mira a la de los siete demonios, y mira al muerto que olía, y mira el dolor de una madre viuda, y mira a Pedro después de cantarle los gallos... Y mira y reclama entre olivos con sudores de sangre la mirada de amigos que oren, y el consuelo de su Abbá Bueno... Y mira, con brazos en cruz, gritando a su Padre, y abriendo los ojos trinitarios del cielo para que cuando toda  rodilla se doble en el cielo, en la tierra y en el abismo, y toda lengua proclame el señoría de Cristo, la gloria del Padre se abra y derrame...

Y Pedro y Juan, en la puerta hermosa del templo, con el mirar de Jesús en sus ojos, se quedaron mirando al paralítico, y no ven la paja del ojo de ese muchacho, ni preguntan quien había pecado para ser paralítico... Le miran con ojos de Dios, y sin oro ni plata en la alforja, en el nombre de Cristo Jesús, le dicen que ande y que dance para alabanza y gloria de Dios.

Hace no muchos días, y pienso que puede ser el mejor testimonio y comentario que puedo hacer a estas palabras hilvanadas de Dios, me decía una hermana viejita y pequeña, con ojos chispeantes y muy llenos de mar y de cielo: “padre sabe que a mí cuando mis padres se enteraron de que mi madre estaba embarazada, se quisieron deshacer de mí; también sé porque me lo contaron ellos que un día, estando yo aún dentro de la barriguita de mi madre, mi madre se cayó y se dio un buen golpe en la tripa, y sintió un dolor enorme, terrible... Pero Nací, y sabe padre que me pasé toda aquella primera noche llorando; mi madre desesperada no sabía qué hacer conmigo, ni qué me pasaba; a la mañana siguiente mi abuela y mi madre, al lavarme, vieron que el talón de mi pie izquierdo estaba todo negrito, e igual la cadera; llamaron enseguida a la comadrona de mi pueblo, y le dijeron lo que me había pasado en la noche y que si había visto lo negro que estaban mi pie y mi cadera. Pero ella extrañada les dijo que sí vio la gangrena, pero que pensó que viviría poco rato... Mi madre y mi abuela, padre Juanjo, me curaron y curaron durante mucho tiempo... Hoy tan solo no puedo usar zapato cerrado y siento algún que otro pinchacito en mi cadera. De niña también, siendo muy pequeña, mis padres se separaron, y mi padre dijo: yo me llevo al varón; y mi madre escogió a mi hermana la mayor... Yo padre era la pequeña, estaba en medio y veía que nadie decía que me escogía... Pero Dios me miró padre, me ha mirado muchas veces: me miró para vivir quitándoles la idea mala de abortarme, me miró para curarme de la gangrena del talón y de la pierna, me miró cuando ninguno de mis padres me escogía para llevarme consigo, me miró cuando me consagró y me hizo suya... Y sus miradas padre Juanjo han sido de tal manera, tan hondas, tan limpias, tan llenas de amor, tan liberadoras… que no me ha quedado rencor, ni oscuridades, ni miedos… Yo sé que Dios me miró primero para darme vida, me miró para hacerme guapa, para llenarme de su gracia, y así poder seguir mirándome... Padre, no tengo cultura, pero yo soy muy feliz porque Dios me mira desde siempre y me deja que le mire siempre ¡padre, para qué quiero más, si sé que Dios me mira y me ama, y ha dejado en mí su mirada!.

Os lo decía. No creo que podamos encontrar un comentario mejor, y que dé más luz a esta palabra hilvanada que en hora de brisa compartimos. Dios, Abbá Bueno, mira desde el cielo, lo sabemos, y nunca ha dejado de mirar la obra preciosa de sus manos. Mira con amor de padre y de madre, mira y tiembla su corazón por los hijos que ama, mira y crea, y sana y embellece, y redime y salva porque tiene hambre de mirar con amor y seguir mirando...

Dios mira y siembra su mirada en el amado. La Trinidad Santa se mira, y de su eterno mirarse nos viene su salud, su vida, su amor, su luz, y nos da de esa su mirada.

Dios me mira desde siempre y me llena de su amor desde siempre; yo me dejo mirar por él, porque su mirada es todo en mi nada. Y en mi nada, su mirada, me sana, me fecunda, me empapa, me embellece... Y  se produce el milagro más bello, Él me deja que le mire siempre, y me deja mirar todo y a todos como Él.

Padre, Abbá Bueno, Tú nos miras, nos recreas y embelleces, y puedes continuar mirándonos. Y porque lo puedes todo, puedes conseguir que los demás nos miren, y al mirarnos nos vean y veamos como Tú nos ves, y te vean a Ti Padre Bueno, y contemplen  en nosotros a tu Enviado, el más bello de los hijos de los hombres, Jesucristo el Señor.

Señor, Dios y Padre nuestro del cielo, míranos desde el trono de fuego y pasión de tu Corazón Trinitario, mira a este mundo, mira a los matrimonios, mira a las familias enteras, mira a los consagrados, mira a los pobres, mira nuestro corazón, y el de cada uno, no te canses de mirarnos y lleva a término en todos y cada uno la obra preciosa de tu amor

Míranos Señor, que de Tú mirarnos nos viene la vida, la salvación y la felicidad más honda y verdadera del hombre. Míranos y déjanos mirar contigo.

 

                                               Juan José Gallego Palomero

 

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