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Explicación de la
celebración
La Semana Santa es el momento litúrgico más intenso de todo el año. Sin
embargo, para muchos católicos se ha convertido sólo en una ocasión de
descanso y diversión. Se olvidan de lo esencial: esta semana la debemos
dedicar a la oración y la reflexión en los misterios de la Pasión y
Muerte de Jesús para aprovechar todas las gracias que esto nos trae.
Para vivir la Semana Santa, debemos darle a Dios el primer lugar y
participar en toda la riqueza de las celebraciones propias de este
tiempo litúrgico.
A la Semana Santa se le llamaba en un principio “La Gran Semana”. Ahora
se le llama Semana Santa o Semana Mayor y a sus días se les dice días
santos. Esta semana comienza con el Domingo de Ramos y termina con el
Domingo de Pascua.
Vivir la Semana Santa es acompañar a Jesús con nuestra oración,
sacrificios y el arrepentimiento de nuestros pecados. Asistir al
Sacramento de la Penitencia en estos días para morir al pecado y
resucitar con Cristo el día de Pascua.
Lo importante de este tiempo no es el recordar con tristeza lo que
Cristo padeció, sino entender por qué murió y resucitó. Es celebrar y
revivir su entrega a la muerte por amor a nosotros y el poder de su
Resurrección, que es primicia de la nuestra.
La Semana Santa fue la última semana de Cristo en la tierra. Su
Resurrección nos recuerda que los hombres fuimos creados para vivir
eternamente junto a Dios.
Para comprender realmente el significado de la Semana Santa,
es recomendable ver sólo el día que corresponda, a cada día de la
Semana.
Domingo de Ramos
Celebramos la entrada triunfal de Jesús a Jerusalén en la que todo el
pueblo lo alaba como rey con cantos y palmas. Por esto, nosotros
llevamos nuestras palmas a la Iglesia para que las bendigan ese día y
participamos en la misa.
Cuando llegaba a Jerusalén para celebrar
la pascua, Jesús les pidió a sus discípulos traer un burrito y lo montó.
Antes de entrar en Jerusalén, la gente tendía sus mantos por el camino y
otros cortaban ramas de árboles alfombrando el paso, tal como
acostumbraban saludar a los reyes.
Los que iban delante y detrás de Jesús gritaban:
"¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Hosanna en las alturas!"
Entró a la ciudad de Jerusalén, que era la ciudad más importante y la
capital de su nación, y mucha gente, niños y adultos, lo acompañaron y
recibieron como a un rey con palmas y ramos gritándole “hosanna” que
significa “Viva”. La gente de la ciudad preguntaba ¿quién es éste? y les
respondían: “Es el profeta Jesús, de Nazaret de Galilea”. Esta fue su
entrada triunfal.
La muchedumbre que lo seguía estaba formada por hombres, mujeres y
niños, cada uno con su nombre, su ocupación, sus cosas buenas y malas, y
con el mismo interés de seguir a Jesús. Algunas de estas personas habían
estado presentes en los milagros de Jesús y habían escuchado sus
parábolas. Esto los llevó a alabarlo con palmas en las manos cuando
entró en Jerusalén.
Fueron muchos los que siguieron a Cristo en este momento de triunfo,
pero fueron pocos los que lo acompañaron en su pasión y muerte.
Mientras esto sucedía, los sacerdotes judíos buscaban pretextos para
meterlo en la cárcel, pues les dio miedo al ver cómo la gente lo amaba
cada vez más y como lo habían aclamado al entrar a Jerusalén.
¿Qué significado tiene esto en nuestras vidas?
Es una oportunidad para proclamar a Jesús como el rey y centro de
nuestras vidas. Debemos parecernos a esa gente de Jerusalén que se
entusiasmó por seguir a Cristo. Decir “que viva mi Cristo, que viva mi
rey...” Es un día en el que le podemos decir a Cristo que nosotros
también queremos seguirlo, aunque tengamos que sufrir o morir por Él.
Que queremos que sea el rey de nuestra vida, de nuestra familia, de
nuestra patria y del mundo entero. Queremos que sea nuestro amigo en
todos los momentos de nuestra vida.
Explicación de la Misa del Domingo de Ramos
La Misa se inicia con la procesión de las palmas. Nosotros recibimos las
palmas y decimos o cantamos “Bendito el que viene en el nombre del
Señor”. El sacerdote bendice las palmas y dirige la procesión. Luego se
comienza la Misa. Se lee el Evangelio de la Pasión de Cristo.
Al terminar la Misa, nos llevamos las palmas benditas a nuestro hogar.
Se acostumbra colocarlas detrás de las puertas en forma de cruz. Esto
nos debe recordar que Jesús es nuestro rey y que debemos siempre darle
la bienvenida en nuestro hogar. Es importante no hacer de esta costumbre
una superstición pensando que por tener nuestra palma, no van a entrar
ladrones a nuestros hogares y que nos vamos a librar de la mala suerte.
Oración para poner las palmas benditas en el hogar:
Bendice Señor nuestro hogar.
Que tu Hijo Jesús y la Virgen María reinen en él.
Por tu intercesión danos paz, amor y respeto,
para que respetándonos y amándonos
los sepamos honrar en nuestra vida familiar,
Sé tú, el Rey en nuestro hogar.
Amén.
Lunes Santo
Ayer
recordamos el ingreso triunfal de Cristo en Jerusalén. La muchedumbre de
los discípulos y otras personas le aclamaron como Mesías y Rey de
Israel. Al final de la jornada, cansado, volvió a Betania, aldea situada
muy cerca de la capital, donde solía alojarse en sus visitas a
Jerusalén.
Allí, una familia amiga siempre tenía dispuesto un sitio para Él y los
suyos. Lázaro, a quien Jesús resucitó de entre los muertos, es el cabeza
de familia; con él viven Marta y María, hermanas suyas, que esperan
llenas de ilusión la llegada del Maestro, contentas de poder ofrecerle
sus servicios.
En los últimos días de su vida en la tierra, Jesús pasa largas horas en
Jerusalén, dedicado a una predicación intensísima. Por la noche,
recupera las fuerzas en casa de sus amigos. Y en Betania tiene lugar un
episodio que recoge el Evangelio de la Misa de hoy.
Seis días antes de la Pascua —relata San Juan—, fue
Jesús a Betania. Allí le ofrecieron una cena; Marta servía y Lázaro era
uno de los que estaban con Él a la mesa. María tomó entonces una libra
de perfume de nardo auténtico, muy costoso, ungió a Jesús los pies con
él y se los enjugó con su cabellera, y la casa se llenó de la fragancia
del perfume.
Inmediatamente salta a la vista la generosidad de esta mujer. Desea
manifestar su agradecimiento al Maestro, por haber devuelto la vida a su
hermano y por tantos otros bienes recibidos, y no repara en gastos.
Judas, presente en la cena, calcula exactamente el precio del perfume.
Pero, en vez de alabar la delicadeza de María, se abandona a la
murmuración: ¿por qué no se ha vendido este perfume por
trescientos denarios para dárselos a los pobres? En realidad,
como hace notar San Juan, no le importaban los pobres; le interesaba
manejar el dinero de la bolsa y hurtar su contenido.
«La valoración de Jesús es muy diversa», escribe Juan Pablo II. «Sin
quitar nada al deber de la caridad hacia los necesitados, a los que se
han de dedicar siempre los discípulos —"pobres tendrán siempre con
ustedes"—, Él se fija en el acontecimiento de su muerte y sepultura, y
aprecia la unción que se le hace como anticipación del honor que su
cuerpo merece también después de la muerte, por estar indisolublemente
unido al misterio de su persona».
Para ser verdadera virtud, la caridad ha de estar ordenada. Y el primer
lugar lo ocupa Dios: amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y
con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el mayor y el primer
mandamiento. El segundo es como éste: amarás a tu prójimo como a ti
mismo.
De estos dos mandamientos dependen toda la Ley y los Profetas. Por eso,
se equivocan los que —con la excusa de aliviar las necesidades
materiales de los hombres— se desentienden de las necesidades de la
Iglesia y de los ministros sagrados. «Aquella mujer que en casa de Simón
el leproso, en Betania, unge con rico perfume la cabeza del Maestro, nos
recuerda el deber de ser espléndidos en el culto de Dios.
¡Cuántas personas se comportan mal! Ven el bien que hacen otros, pero no
quieren reconocerlo: se empeñan en descubrir intenciones torcidas,
tienden a criticar, a murmurar, a hacer juicios temerarios. Reducen la
caridad a lo puramente material —dar unas monedas al necesitado, quizá
para tranquilizar su conciencia— y olvidan que la caridad cristiana no
se limita a socorrer al necesitado de bienes económicos; se dirige,
antes que nada, a respetar y comprender a cada individuo en cuanto tal,
en su intrínseca dignidad de hombre y de hijo del Creador».
La Virgen María se entregó completamente al Señor y estuvo
siempre pendiente de los hombres. Hoy le pedimos que interceda por
nosotros, para que, en nuestras vidas, el amor a Dios y el amor al
prójimo se unan en una sola cosa, como las dos caras de una misma
moneda.
Martes Santo
El
Evangelio de la Misa termina con el anuncio de que los Apóstoles
dejarían solo a Cristo durante la Pasión. A Simón Pedro que, lleno de
presunción, afirmaba: yo daré mi vida por ti, el Señor respondió:
¿conque tú darás mi vida por mí? Yo te aseguro que no cantará el gallo,
antes de que me hayas negado tres veces.
A los pocos días se cumplió la predicción. Sin embargo, pocas horas
antes, el Maestro les había dado una lección clara, como preparándoles
para los momentos de oscuridad que se avecinaban.
Ocurrió el día siguiente a la entrada triunfal en Jerusalén. Jesús y los
Apóstoles habían salido muy temprano de Betania y, con la prisa, quizá
no tomaron ni un refrigerio. El caso es que, como relata San Marcos, el
Señor sintió hambre. Y viendo de lejos una higuera que tenía
hojas, se acercó por si encontraba algo en ella; pero cuando llegó no
encontró nada más que hojas, porque no era tiempo de higos. Y la
increpó: "¡que nunca jamás coma nadie fruto de ti!". Sus discípulos lo
estaban escuchando.
Al atardecer regresaron a la aldea. Debía de ser una hora avanzada y no
repararon en la higuera maldecida. Pero al día siguiente, martes, al
volver de nuevo a Jerusalén, todos contemplaron aquel árbol, antes
frondoso, que mostraba las ramas desnudas y secas. Pedro se lo hizo
notar a Jesús: Maestro, mira, la higuera que maldijiste se ha
secado. Jesús les contestó: "Tengan fe en Dios. En verdad les digo que
cualquiera que diga a este monte: arráncate y échate al mar, sin dudar
en su corazón, sino creyendo que se hará lo que dice, le será concedido".
Durante su vida pública, para realizar milagros, Jesús pedía una sola
cosa: fe. A dos ciegos que le suplicaban la curación, les había
preguntado: ¿creéis que puedo hacer eso? —Sí, Señor, le
respondieron. Entonces les tocó los ojos diciendo: que se haga en
vosotros conforme a vuestra fe. Y se les abrieron los ojos. Y
cuentan los Evangelios que, en muchos lugares, apenas realizó prodigios,
porque a las gentes les faltaba fe.
También nosotros hemos de interrogarnos: ¿cómo es nuestra fe? ¿Confiamos
plenamente en la palabra de Dios? ¿Pedimos en la oración lo que
necesitamos, seguros de obtenerlo si es para nuestro bien? ¿Insistimos
en las súplicas lo que sea preciso, sin descorazonarnos?
Jesús, se acerca a la higuera: se acerca a ti y se acerca a mí. Jesús,
con hambre y sed de almas. Desde la Cruz ha clamado: sitio! ( Jn 19,
28), tengo sed. Sed de nosotros, de nuestro amor, de nuestras almas y de
todas las almas que debemos llevar hasta Él, por el camino de la Cruz,
que es el camino de la inmortalidad y de la gloria del Cielo».
Se llegó a la higuera, no hallando sino solamente hojas (Mt 21, 19). Es
lamentable esto. ¿Ocurre así en nuestra vida? ¿Ocurre que tristemente
falta fe, vibración de humildad, que no aparecen sacrificios ni obras?
Los discípulos se maravillaron ante el milagro, pero de nada les sirvió:
pocos días después negarían a su Maestro. Y es que la fe debe informar
la vida entera. «Jesucristo pone esta condición», «que vivamos de la fe,
porque después seremos capaces de remover los montes. Y hay tantas cosas
que remover... en el mundo y, primero, en nuestro corazón. ¡Tantos
obstáculos a la gracia! Fe, pues; fe con obras, fe con sacrificio, fe
con humildad».
María, con su fe, ha hecho posible la obra de la Redención. Juan
Pablo II afirma que en el centro de este misterio, en lo más vivo
de este asombro de la fe, se halla María, Madre soberana del Redentor.
Ella acompaña constantemente a todos los hombres por los senderos que
conducen a la vida eterna. La Iglesia, escribe el Papa, contempla a
María profundamente arraigada en la historia de la humanidad, en la
eterna vocación del hombre según el designio providencial que Dios ha
predispuesto eternamente para él; la ve maternalmente presente y
partícipe en los múltiples y complejos problemas que acompañan hoy la
vida de los individuos, de las familias y de las naciones; la ve
socorriendo al pueblo cristiano en la lucha incesante entre el bien y el
mal, para que "no caiga" o, si cae, "se levante".
Miércoles Santo
El
Miércoles Santo recordamos la triste historia de uno que fue Apóstol de
Cristo: Judas. Así lo cuenta San Mateo en su evangelio: Uno de los
Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les
dijo: "¿Cuánto me dan si les entrego a Jesús?". Ellos quedaron en darle
treinta monedas de plata. Y desde ese momento, andaba buscando una
oportunidad para entregárselo.
¿Por qué recuerda la Iglesia este acontecimiento? Para que nos hagamos
cargo de que todos podemos comportarnos como Judas. Para que pidamos al
Señor que, de nuestra parte, no haya traiciones, ni alejamientos, ni
abandonos. No solamente por las consecuencias negativas que esto podría
traer a nuestras vidas personales, que ya sería mucho; sino porque
podríamos arrastrar a otros, que necesitan la ayuda de nuestro buen
ejemplo, de nuestro aliento, de nuestra amistad.
En algunos lugares, las imágenes de Cristo crucificado muestran una
llaga profunda en la mejilla izquierda del Señor. Y cuentan que esa
llaga representa el beso de Judas. ¡Tan grande es el dolor que nuestros
pecados causan a Jesús! Digámosle que deseamos serle fieles: que no
queremos venderle —como Judas— por treinta monedas, por una pequeñez,
que eso son todos los pecados: la soberbia, la envidia, la impureza, el
odio, el resentimiento... Cuando una tentación amenace arrojarnos por el
suelo, pensemos que no vale la pena cambiar la felicidad de los hijos de
Dios, que eso somos, por un placer que se acaba enseguida y deja el
regusto amargo de la derrota y de la infidelidad.
Hemos de sentir el peso de la Iglesia y de toda la humanidad. ¿No es
estupendo saber que cualquiera de nosotros puede tener influencia en el
mundo entero? En el lugar donde estamos, realizando bien nuestro
trabajo, cuidando de la familia, sirviendo a los amigos, podemos ayudar
a la felicidad de tantas gentes. El cumplimiento de nuestros deberes
cristianos, hemos de ser como la piedra caída en el lago. —Produce,
con tu ejemplo y con tu palabra un primer círculo... y éste, otro... y
otro, y otro. .. Hasta llegar a los sitios más remotos.
Vamos a pedir al Señor que no le traicionemos más; que sepamos rechazar,
con su gracia, las tentaciones que el demonio nos presenta,
engañándonos. Hemos de decir que no, decididamente, a todo lo que nos
aparte de Dios. Así no se repetirá en nuestra vida la desgraciada
historia de Judas.
Y si nos sentimos débiles, ¡corramos al Santo Sacramento de la
Penitencia! Allí nos espera el Señor, como el padre de la parábola del
hijo pródigo, para darnos un abrazo y ofrecernos su amistad.
Continuamente sale a nuestro encuentro, aunque hayamos caído bajo, muy
bajo. ¡Siempre es tiempo de volver a Dios! No reaccionemos con desánimo,
ni con pesimismo. No pensemos: ¿qué voy a hacer yo, si soy un cúmulo de
miserias? ¡Más grande es la misericordia de Dios! ¿Qué voy a hacer yo,
si caigo una vez y otra por mi debilidad? ¡Mayor es el poder de Dios,
para levantarnos de nuestras caídas!
Grandes fueron los pecados de Judas y de Pedro. Los dos traicionaron al
Maestro: uno entregándole en manos de los perseguidores, otro renegando
de Él por tres veces. Y, sin embargo, ¡qué distinta reacción tuvo cada
uno! Para los dos guardaba el Señor torrentes de misericordia. Pedro se
arrepintió, lloró su pecado, pidió perdón, y fue confirmado por Cristo
en la fe y en el amor; con el tiempo, llegaría a dar su vida por Nuestro
Señor. Judas, en cambio, no confió en la misericordia de Cristo. Hasta
el último momento tuvo abiertas las puertas del perdón de Dios, pero no
quiso entrar por ellas mediante la penitencia.
En su primera encíclica, Juan Pablo II habla del derecho de Cristo
a encontrarse con cada uno de nosotros en aquel momento-clave de la vida
del alma, que es el momento de la conversión y del perdón. ¡No
privemos a Jesús de ese derecho! ¡No quitemos a Dios Padre la alegría de
darnos el abrazo de bienvenida! ¡No contristemos al Espíritu Santo, que
desea devolver a las almas la vida sobrenatural!
Pidamos a Santa María, Esperanza de los cristianos, que no
permita que nos desanimemos ante nuestras equivocaciones y pecados,
quizá repetidos. Que nos alcance de su Hijo la gracia de la conversión,
el deseo eficaz de acudir —humildes y contritos— a la Confesión,
sacramento de la misericordia divina, comenzando y recomenzando siempre
que sea preciso.
Jueves Santo
Este día recordamos la Última Cena de Jesús con sus apóstoles en la que
les lavó los pies dándonos un ejemplo de servicialidad. En la Última
Cena, Jesús se quedó con nosotros en el pan y en el vino, nos dejó su
cuerpo y su sangre. Es el jueves santo cuando instituyó la Eucaristía y
el Sacerdocio. Al terminar la última cena, Jesús se fue a orar, al
Huerto de los Olivos. Ahí pasó toda la noche y después de mucho tiempo
de oración, llegaron a aprehenderlo.
Significado de la
celebración
El Jueves Santo se celebra:
· La Última Cena.
·
El Lavatorio de los pies.
·
La institución
de la Eucaristía y del Sacerdocio.
·
La oración de
Jesús en el Huerto de Getsemaní.
En la mañana de
este día, en todas las catedrales de cada diócesis, el obispo reúne a
los sacerdotes en torno al altar y, en una Misa solemne, se consagran
los Santos Óleos que se usan en los Sacramentos del Bautismo,
Confirmación, Orden Sacerdotal y Unción de los Enfermos.
En la Misa vespertina, antes del ofertorio, el sacerdote celebrante toma
una toalla y una bandeja con agua y lava los pies de doce varones,
recordando el mismo gesto de Jesús con sus apóstoles en la Última Cena.
Lecturas bíblicas
Libro del Éxodo 12, 1-8. 11-14; Primera carta del apóstol San Pablo a
los corintios 11, 23-26; Evangelio según San Juan 13, 1-15.
La Eucaristía
Este es el día en que se instituyó la Eucaristía, el sacramento del
Cuerpo y la Sangre de Cristo bajo las especies de pan y vino. Cristo
tuvo la Última Cena con sus apóstoles y por el gran amor que nos tiene,
se quedó con nosotros en la Eucaristía, para guiarnos en el camino de la
salvación.
Todos estamos invitados a celebrar la cena instituida por Jesús. Esta
noche santa, Cristo nos deja su Cuerpo y su Sangre. Revivamos este gran
don y comprometámonos a servir a nuestros hermanos.
El lavatorio de los pies
Jesús en este pasaje del Evangelio nos enseña a servir con humildad y de
corazón a los demás. Este es el mejor camino para seguir a Jesús y para
demostrarle nuestra fe en Él. Recordar que esta no es la única vez que
Jesús nos habla acerca del servicio. Debemos procurar esta virtud para
nuestra vida de todos los días. Vivir como servidores unos de otros.
La noche en el huerto de los Olivos
Reflexionemos con Jesús en lo que sentía en estos momentos: su miedo, la
angustia ante la muerte, la tristeza por ser traicionado, su soledad, su
compromiso por cumplir la voluntad de Dios, su obediencia a Dios Padre y
su confianza en Él. Las virtudes que nos enseña Jesús este día, entre
otras, son la obediencia, la generosidad y la humildad.
Los monumentos y la visita de las siete iglesias
Se acostumbra, después de la Misa vespertina, hacer un monumento para
resaltar la Eucaristía y exponerla de una manera solemne para la
adoración de los fieles.
La Iglesia pide dedicar un momento de adoración y de agradecimiento a
Jesús, un acompañar a Jesús en la oración del huerto. Es por esta razón
que las Iglesias preparan sus monumentos. Este es un día solemne.
En la visita de las siete iglesias o siete templos, se acostumbra llevar
a cabo una breve oración en la que se dan gracias al Señor por todo su
amor al quedarse con nosotros. Esto se hace en siete templos diferentes
y simboliza el ir y venir de Jesús en la noche de la traición. Es a lo
que refieren cuando dicen “traerte de Herodes a Pilatos”.
La cena de pascua en tiempos de Jesús
Hace miles de años, los judíos vivían en la tierra de Canaán, pero
sobrevino una gran carestía y tuvieron que mudarse a vivir a Egipto,
donde el faraón les regaló unas tierras fértiles donde pudieran vivir,
gracias a la influencia de un judío llamado José, conocido como El
soñador.
Después de muchos años, los israelitas se multiplicaron muchísimo en
Egipto y el faraón tuvo miedo de que se rebelaran contra su reino.
Ordenó matar a todos los niños varones israelitas, ahogándolos en el río
Nilo. Moisés logró sobrevivir a esa matanza, pues su madre lo puso en
una canasta en el río y fue recogido por la hija del faraón.
El faraón convirtió en esclavos a los israelitas, encomendándoles los
trabajos más pesados.
Dios eligió a Moisés para que liberara a su pueblo de la esclavitud.
Como el faraón no accedía a liberarlos, Dios mandó caer diez plagas
sobre Egipto.
La última de esas plagas fue la muerte de todos los primogénitos del
reino. Para que la plaga no cayera sobre los israelitas, Dios ordenó a
Moisés que cada uno de ellos marcara la puerta de su casa con la sangre
de un cordero y le dio instrucciones específicas para ello: En la cena,
cada familia debía comerse entero a un cordero asado sin romperle los
huesos. No debían dejar nada porque al día siguiente ya no estarían ahí.
Para acompañar al cordero debían comerlo con pan ázimo y hierbas
amargas. La hierbas amargas ayudarían a que tuvieran menos sed, ya que
tendrían que caminar mucho en el desierto. El pan al no tener levadura
no se haría duro y lo podían llevar para comer en el camino. Les mandó
comer de pie y vestidos de viaje, con todas sus cosas listas, ya que
tenían que estar preparados para salir cuando les avisaran.
Al día siguiente, el primogénito del faraón y de cada uno de los
egipcios amaneció muerto. Esto hizo que el faraón accediera a dejar a
los israelitas en libertad y éstos salieron a toda prisa de Egipto. El
faraón pronto se arrepintió de haberlos dejado ir y envió a todo su
ejército para traerlos de nuevo. Dios ayudó a su pueblo abriendo las
aguas del mar Rojo para que pasaran y las cerró en el momento en que el
ejército del faraón intentó pasar.
Desde ese día los judíos empezaron a celebrar la pascua en la primera
luna llena de primavera, que fue cuando Dios los ayudó a liberarse de la
esclavitud en Egipto.
Pascua quiere decir “paso”, es decir, el paso de la esclavitud a la
libertad. El paso de Dios por sus vidas.
Los judíos celebran la pascua con una cena muy parecida a la que
tuvieron sus antepasados en la última noche que pasaron en Egipto.
Las fiesta de la pascua se llamaba “Pesaj” y se celebraba en recuerdo de
la liberación del pueblo judío de la esclavitud de Egipto. Esto lo
hacían al llegar la primavera, del 15 al 21 del mes hebreo de Nisán, en
la luna llena.
Los elementos que se utilizaban en la cena eran los siguientes:
-
El Cordero:
Al salir de Egipto, los judíos sacrificaron un cordero y con su
sangre marcaron los dinteles de sus puertas.
-
Karpas:
Es una hierba que se baña en agua salada y que recuerda las miserias
de los judíos en Egipto.
-
Naror:
Es una hierba amarga que simboliza los sufrimientos de los hebreos
durante la esclavitud en Egipto. Comían naror para recordar que los
egipcios amargaron la vida sus antepasados convirtiéndolos en
esclavos.
-
Jarose:
Es una mezcla de manzana, nuez, miel, vino y canela que simboliza la
mezcla de arcilla que usaron los hebreos en Egipto para las
construcciones del faraón.
-
Matzá:
Es un pan sin levadura que simboliza el pan que sacaron los hebreos
de Egipto que no alcanzó a fermentar por falta de tiempo.
-
Agua salada:
Simboliza el camino por el Mar Rojo.
-
Cuatro
copas de vino: Simbolizan cuatro expresiones Bíblicas de la
liberación de Israel.
-
Siete
velas: Alumbran dan luz. Esta simbolizan la venida del Mesías,
luz del mundo.
La cena constaba
de ocho partes:
1.
Encendido de las luces de la fiesta: El que presidía la
celebración encendía las velas, todos permanecían de pie y hacían una
oración.
2.
La bendición de la fiesta (Kiddush): Se sentaban todos a la mesa.
Delante del que presidía la cena, había una gran copa o vasija de vino.
Frente a los demás miembros de la familia había un plato pequeño de agua
salada y un plato con matzás, rábano o alguna otra hierba amarga,
jaroses y alguna hierba verde.
Se servía la primera copa de vino, la copa de acción de gracias, y les
daban a todos los miembros de la familia. Todos bebían la primera copa
de vino. Después el sirviente presentaba una vasija, jarra y servilleta
al que presidía la celebración, para que se lavara sus manos mientras
decía la oración. Se comían la hierba verde, el sirviente llevaba un
plato con tres matzás grandes, cada una envuelta en una servilleta. El
que presidía la ceremonia desenvolvía la pieza superior y la levantaba
en el plato.
3.
La historia de la salida de Egipto (Hagadah): Se servían la segunda
copa de vino, la copa de Hagadah. Alguien de la familia leía la salida
de Egipto del libro del Éxodo, capítulo 12. El sirviente traía el
cordero pascual que debía ser macho y sin mancha y se asaba en un asador
en forma de cruz y no se le podía romper ningún hueso. Se colocaba
delante del que presidía la celebración les preguntaba por el
significado de la fiesta de Pesaj. Ellos respondían que era el cordero
pascual que nuestros padres sacrificaron al Señor en memoria de la noche
en que Yahvé pasó de largo por las casas de nuestros padres en Egipto.
Luego tomaba la pieza superior del pan ázimo y lo sostenía en alto.
Luego levantaba la hierba amarga.
4.Oración
de acción de gracias por la salida de Egipto: El que presidía la
ceremonia levantaba su copa y hacía una oración de gracias. Colocaba la
copa de vino en su lugar. Todos se ponían de pie y recitaban el salmo
113.
5.
La solemne bendición de la comida: Todos se sentaban y se bendecía
el pan ázimo y las hierbas amargas. Tomaba primero el pan y lo bendecía.
Después rompía la matzá superior en pequeñas porciones y distribuía un
trozo a cada uno de los presentes. Ellos lo sostenían en sus manos y
decían una oración. Cada persona ponía una porción de hierba amarga y
algo de jaroses entre dos trozos de matzá y decían juntos una pequeña
oración.
6.
La cena pascual: Se llevaba a cabo la cena.
7.
Bebida de la tercera copa de vino: la copa de la bendición.- Cuando
se terminaban la cena, el que presidía tomaba la mitad grande de la
matzá en medio del plato, la partía y la distribuía a todos los ahí
reunidos. Todos sostenían la porción de matzá en sus manos mientras el
que presidía decía una oración y luego se lo comían. Se les servía la
tercera copa de vino, “la copa de la bendición”. Todos se ponían de pie
y tomaban la copa de la bendición.
8.
Bendición final: Se llenaban las copas por cuarta vez. Esta cuarta
copa era la “Copa de Melquisedec”. Todos levantaban sus copas y decían
una oración de alabanza a Dios. Se las tomaban y el que presidía la
ceremonia concluía la celebración con la antigua bendición del Libro de
los Números (6, 24-26).
Viernes Santo
Ese día recordamos la Pasión de Nuestro Señor: Su prisión, los
interrogatorios de Herodes y Pilato; la flagelación, la coronación de
espinas y la crucifixión. Lo conmemoramos con un Vía Crucis solemne y
con la ceremonia de la Adoración de la Cruz.
En este día recordamos cuando Jesús muere en la cruz para salvarnos del
pecado y darnos la vida eterna. El sacerdote lee la pasión de Cristo en
la liturgia de la Adoración a la cruz. Ese día no se celebra la Santa
Misa.
En las iglesias, las imágenes se cubren con una tela morada al igual que
el crucifijo y el sagrario está abierto en señal de que Jesús no está.
El color morado en la liturgia de la Iglesia significa luto. Se viste de
negro la imagen de la Virgen en señal de luto por la muerte de su Hijo.
Podemos recordar leyendo el Evangelio de
San Juan, capítulo 18, versículos 1-19, 42.
¿Cómo podemos vivir este día?
....Este día manda la Iglesia guardar el ayuno y la abstinencia.
....Se acostumbra rezar el Vía Crucis y meditar en las Siete Palabras
de Jesús en la cruz.
....Se participa en la Liturgia de Adoración a la Cruz con mucho amor,
respeto y devoción.
....Se trata de acompañar a Jesús en su sufrimiento.
....A las tres de la tarde, recordamos la crucifixión de Jesús rezando
el Credo.
¿Cómo se reza un Via Crucis?
Esta costumbre viene desde finales del siglo V, cuando los cristianos en
Jerusalén, se reunían por la mañana del Viernes Santo a venerar la cruz
de Jesús. Volvían a reunirse al empezar la tarde para escuchar la
lectura de la Pasión.
El Vía Crucis es una manera de recordar la pasión de Jesús y de revivir
con Él y acompañarlo en los sufrimientos que tuvo en el camino al
Calvario.
Se divide en catorce estaciones que narran, paso a paso, la Pasión de
Cristo desde que es condenado a muerte hasta que es colocado en el
sepulcro.
El Vía Crucis se reza caminando en procesión, como simbolismo del camino
que tuvo que recorrer Jesús hasta el Monte Calvario. Hasta adelante,
alguno de los participantes lleva una cruz grande y es el que preside la
procesión. Se hacen paradas a lo largo del camino para reflexionar en
cada una de las estaciones, mediante alguna lectura específica.
Si se desea, después de escuchar con atención la estación que se medita
y al final de cada una, se puede rezar un Padrenuestro, mientras se
camina hasta la siguiente estación. El que lleva la cruz, se la puede
pasar a otra persona.
Pincha
en este enlace para rezar el Vía Crucis
El sermón de las
Siete Palabras
Esta devoción consiste en reflexionar en las últimas siete frases que
pronunció Jesús en la cruz, antes de su muerte.
Primera Palabra
"Padre: Perdónalos porque no saben lo que hacen". (San Lucas 23, 24)
Jesús nos dejó una gran enseñanza con estas palabras, ya que a pesar de
ser Dios, no se ocupó de probar su inocencia, ya que la verdad siempre
prevalece. Nosotros debemos ocuparnos del juicio ante Dios y no del de
los hombres. Jesús no pidió el perdón para Él porque no tenía pecado, lo
pidió para quienes lo acusaron. Nosotros no somos nadie para juzgar.
Dios nos ha perdonado grandes pecados, por lo que nosotros debemos
perdonar a los demás. El perdonar ayuda a quitar el odio. El amor debe
ganar al odio. La verdadera prueba del cristiano no consiste en cuánto
ama a sus amigos, sino a sus enemigos. Perdonar a los enemigos es
grandeza de alma, perdonar es prueba de amor.
Segunda Palabra
"Yo te aseguro: Hoy estarás conmigo en el paraíso". (San Lucas 23,43)
Estas palabras nos enseñan la actitud que debemos tomar ante el dolor y
el sufrimiento. La manera como reaccionemos ante el dolor depende de
nuestra filosofía de vida. Dice un poeta que dos prisioneros miraron a
través de los barrotes de su celda y uno vio lodo y otro vio estrellas.
Estas son las actitudes que se encuentran manifestadas en los dos
ladrones crucificados al lado de Jesús: uno no le dio sentido a su dolor
y el otro sí lo hizo. Necesitamos espiritualizar el sufrimiento para ser
mejores personas. Jesús en la cruz es una prueba de amor. El ladrón de
la derecha, al ver a Jesús en la cruz comprende el valor del
sufrimiento. El sufrimiento puede hacer un bien a otros y a nuestra
alma. Nos acerca a Dios si le damos sentido.
Tercera Palabra
"Mujer, ahí tienes a tu hijo. Ahí tienes a tu Madre". (San Juan 19,
26-27)
La Virgen es proclamada Madre de todos los hombres.
El amor busca aligerar al que sufre y tomar sus dolores. Una madre
cuando ama quiere tomar el dolor de las heridas de sus hijos. Jesús y
María nos aman con un amor sin límites. María es Madre de cada uno de
nosotros. En Juan estamos representados cada uno de nosotros. María es
el refugio de los pecadores. Ella entiende que somos pecadores.
Cuarta Palabra
"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?" (San Marcos 15, 34)
Es una oración, un salmo. Es el hijo que habla con el Padre.
Estas palabras nos hacen pensar en el pecado de los hombres. El pecado
es la muerte del alma. La bondad es el constante rechazo al pecado. El
pecado es el abandono de Dios por parte del hombre. El hombre rechazó a
Dios y Jesús experimentó esto.
Quinta Palabra
"¡Tengo sed!" (San Juan 19, 28)
La sed es un signo de vida. Tiene sed de dar vida y por eso muere.
Él tenía sed por las almas de los hombres. El Pastor estaba sólo, sin
sus ovejas. Durante toda su vida Jesús había buscado almas. Los dolores
del cuerpo no eran nada en comparación del dolor del alma. Que el hombre
despreciara su amor le dolía profundamente en su corazón. Todo hombre
necesita ser feliz y no se puede ser feliz sin Dios. La sed de todo
hombre es la sed del amor.
Sexta Palabra
"Todo está consumado". (San Juan 19, 30)
Todo tiene sentido: Jesús por amor nos da su vida. Jesús cumplió con la
voluntad de su Padre. Su misión terminaría con su muerte. El plan estaba
realizado. Nuestro plan no está aún terminado, porque todavía no hemos
salvado nuestras almas. Todo lo que hagamos debe estar dirigido a este
fin. El sufrimiento, los tropiezos de la vida nos recuerdan que la
felicidad completa solo la podremos alcanzar en el cielo. Aprendemos a
morir muriendo a nosotros mismos, a nuestro orgullo, nuestra envidia,
nuestra pereza, miles de veces cada día.
Séptima Palabra
"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu". (San Lucas 23, 46)
Jesús muere con serenidad, con paz, su oración es de confianza en Dios.
Se abandona en las manos de su Padre.
Estas palabras nos hacen pensar que debemos de cuidar nuestra alma, no
sólo nuestro cuerpo. Jesús entregó su cuerpo, pero no su alma. Devolvió
su espíritu a su Padre no con grito de rebelión sino con un grito
triunfante. Nadie nos puede quitar nuestro espíritu. Es importante
recordar cual es nuestro destino en al vida para no equivocarnos de
camino a seguir. Jesús nunca perdió de vista su meta a seguir. Sacrificó
todo para alcanzarla. Lo más importante en la vida es la salvación de
nuestras almas.
Sábado Santo o Sábado de
Gloria
Se recuerda el día que pasó entre la muerte y la Resurrección de Jesús.
Es un día de luto y tristeza pues no tenemos a Jesús entre nosotros. Las
imágenes se cubren y los sagrarios están abiertos. Por la noche se lleva
a cabo una vigilia pascual para celebrar la Resurrección
La Vigilia Pascual
El sábado santo es un día de oración junto a la tumba esperando la
resurrección. Es día de reflexión y silencio. Es la preparación para la
celebración de la Vigilia Pascual
Por la noche se lleva a cabo la celebración de la Vigilia Pascual. Dicha
celebración tiene tres partes importantes que terminan con la Liturgia
Eucarística:
1. Celebración del fuego nuevo.
2. Liturgia de la Palabra.
3. Liturgia Bautismal.
Era costumbre, durante los primeros siglos de la Iglesia, bautizar por
la noche del Sábado Santo, a los que querían ser cristianos. Ellos se
preparaban durante los cuarenta días de Cuaresma y acompañados por sus
padrinos, ese día se presentaban para recibir el Bautismo.
También, ese día los que hacían penitencia pública por sus faltas y
pecados eran admitidos como miembros de la asamblea.
Actualmente, la Vigilia Pascual conserva ese sentido y nos permite
renovar nuestras promesas bautismales y acercarnos a la Iglesia con un
espíritu renovado.
Celebración del fuego nuevo
Al iniciar la celebración, el sacerdote apaga todas las luces de la
Iglesia, enciende un fuego nuevo y con el que prende el cirio pascual,
que representa a Jesús. Sobre el cirio, marca el año y las letras
griegas "Alfa" y "Omega", que significan que Jesús es el principio y el
fin del tiempo y que este año le pertenece.
El sacerdote llevará a cabo la bendición del fuego. Luego de la
procesión, en la que se van encendiendo las velas y las luces de la
Iglesia, el sacerdote canta el Pregón Pascual.
El Pregón Pascual es un poema muy antiguo (escrito alrededor del año
300) que proclama a Jesús como el fuego nuevo.
Liturgia de la Palabra
Después de la Celebración del fuego nuevo, se sigue con la lectura de la
Palabra de Dios. Se acostumbra leer siete lecturas, empezando con la
Creación hasta llegar a la Resurrección.
Una las lecturas más importantes es la del libro del Éxodo, en la que se
relata el paso por el Mar Rojo, cómo Dios salvó a los israelitas de las
tropas egipcias que los perseguían. Se recuerda que esta noche Dios nos
salva por Jesús.
Liturgia Bautismal
Suelen haber bautizos este día, pero aunque no los haya, se bendice la
Pila bautismal o un recipiente que la represente y se recita la Letanía
de los Santos. Esta letanía nos recuerda la comunión de intercesión que
existe entre toda la familia de Dios. Las letanías nos permiten unirnos
a la oración de toda la Iglesia en la tierra y la Iglesia triunfante, de
los ángeles y santos del Cielo.
El agua bendita es el símbolo que nos recuerda nuestro Bautismo. Es un
símbolo que nos recuerda que con el agua del bautismo pasamos a formar
parte de la familia de Dios.
A todos los que ya estamos bautizados, esta liturgia nos invita a
renovar nuestras promesas y compromisos bautismales: renunciar a
Satanás, a sus seducciones y a sus obras. También, de confirmar nuestra
entrega a Jesucristo.
Sugerencias para vivir la fiesta
Hay quienes acostumbran este día encender sus velas del bautismo y
llevar un cirio pascual a la iglesia o agua bendita, para tener en sus
hogares.
Domingo de
Resurrección o Domingo de Pascua
Es el día más importante y más alegre para todos nosotros, los
católicos, ya que Jesús venció a la muerte y nos dio la vida. Esto
quiere decir que Cristo nos da la oportunidad de salvarnos, de entrar al
Cielo y vivir siempre felices en compañía de Dios. Pascua es el paso de
la muerte a la vida.
¿Por qué la Semana Santa cambia de fecha cada año?
El pueblo judío celebraba la fiesta de pascua en recuerdo de la
liberación de la esclavitud de Egipto, el día de la primera luna llena
de primavera. Esta fecha la fijaban en base al año lunar y no al año
solar de nuestro calendario moderno. Es por esta razón que cada año la
Semana Santa cambia de día, pues
se le hace coincidir con la luna llena.
Importancia de la
fiesta
El Domingo de Resurrección o de Pascua es la fiesta más importante para
todos los católicos, ya que con la Resurrección de Jesús es
cuando adquiere sentido toda nuestra religión.
Cristo triunfó sobre la muerte y con esto nos abrió las puertas del
Cielo. En la Misa dominical recordamos de una manera especial esta gran
alegría. Se enciende el Cirio Pascual que representa la luz de Cristo
resucitado y que permanecerá prendido hasta el día de la Ascensión,
cuando Jesús sube al Cielo.
La Resurrección de Jesús es un hecho histórico, cuyas pruebas entre
otras, son el sepulcro vacío y las numerosas apariciones de Jesucristo a
sus apóstoles.
Cuando celebramos la Resurrección de Cristo, estamos celebrando también
nuestra propia liberación. Celebramos la derrota del pecado y de la
muerte.
En la resurrección encontramos la clave de la esperanza cristiana: si
Jesús está vivo y está junto a nosotros, ¿qué podemos temer?, ¿qué nos
puede preocupar?
Cualquier sufrimiento adquiere sentido con la Resurrección, pues podemos
estar seguros de que, después de una corta vida en la tierra, si hemos
sido fieles, llegaremos a una vida nueva y eterna, en la que gozaremos
de Dios para siempre.
San Pablo nos dice: “Si Cristo no
hubiera resucitado, vana seria nuestra fe” (I Corintios 15,14)
Si Jesús no hubiera resucitado, sus palabras hubieran quedado en el
aire, sus promesas hubieran quedado sin cumplirse y dudaríamos que fuera
realmente Dios.
Pero, como Jesús sí resucitó, entonces sabemos que venció a la muerte y
al pecado; sabemos que Jesús es Dios, sabemos que nosotros resucitaremos
también, sabemos que ganó para nosotros la vida eterna y de esta manera,
toda nuestra vida adquiere sentido.
La Resurrección es fuente de profunda alegría. A partir de ella, los
cristianos no podemos vivir más con caras tristes. Debemos tener cara de
resucitados, demostrar al mundo nuestra alegría porque Jesús ha vencido
a la muerte.
La Resurrección es una luz para los hombres y cada cristiano debe
irradiar esa misma luz a todos los hombres haciéndolos partícipes de la
alegría de la Resurrección por medio de sus palabras, su testimonio y su
trabajo apostólico.
Debemos estar verdaderamente alegres por la Resurrección de Jesucristo,
nuestro Señor. En este tiempo de Pascua que comienza, debemos aprovechar
todas las gracias que Dios nos da para crecer en nuestra fe y ser
mejores cristianos. Vivamos con profundidad este tiempo.
Con el Domingo de Resurrección comienza un Tiempo pascual, en el que
recordamos el tiempo que Jesús permaneció con los apóstoles antes de
subir a los cielos, durante la fiesta de la Ascensión.
¿Cómo se celebra el Domingo de Pascua?
Se celebra con una Misa solemne en la cual se enciende el cirio pascual,
que simboliza a Cristo resucitado, luz de todas las gentes.
En algunos lugares, muy de mañana, se lleva a cabo una procesión que se
llama “del encuentro”. En ésta, un grupo de personas llevan la imagen de
la Virgen y se encuentran con otro grupo de personas que llevan la
imagen de Jesús resucitado, como símbolo de la alegría de ver vivo al
Señor.
En algunos países, se acostumbra celebrar la alegría de la Resurrección
escondiendo dulces en los jardines para que los niños pequeños los
encuentren, con base en la leyenda del “conejo de pascua”.
La costumbre más extendida alrededor del mundo, para celebrar la Pascua,
es la regalar huevos de dulce o chocolate a los niños y a los amigos.
A veces, ambas tradiciones se combinan y así, el buscar los huevitos
escondidos simboliza la búsqueda de todo cristiano de Cristo resucitado.
La tradición de los “huevos de Pascua”
El origen de esta costumbre viene de los antiguos egipcios, quienes
acostumbraban regalarse en ocasiones especiales, huevos decorados por
ellos mismos. Los decoraban con pinturas que sacaban de las plantas y el
mejor regalo era el huevo que estuviera mejor pintado. Ellos los ponían
como adornos en sus casas.
Cuando Jesús se fue al cielo después de resucitar, los primeros
cristianos fijaron una época del año, la Cuaresma, cuarenta días antes
de la fiesta de Pascua, en la que todos los cristianos debían hacer
sacrificios para limpiar su alma. Uno de estos sacrificios era no comer
huevo durante la Cuaresma. Entonces, el día de Pascua, salían de sus
casas con canastas de huevos para regalar a los demás cristianos. Todos
se ponían muy contentos, pues con los huevos recordaban que estaban
festejando la Pascua, la Resurrección de Jesús.
Uno de estos primeros cristianos, se acordó un día de Pascua, de lo que
hacían los egipcios y se le ocurrió pintar los huevos que iba a regalar.
A los demás cristianos les encantó la idea y la imitaron. Desde
entonces, se regalan huevos de colores en Pascua para recordar que Jesús
resucitó.
Poco a poco, otros cristianos tuvieron nuevas ideas, como hacer huevos
de chocolate y de dulce para regalar en Pascua. Son esos los que
regalamos hoy en día.
Sugerencias para vivir la fiesta
-
Contempla los
lugares donde Cristo se apareció después de Su Resurrección
EL CAMINO DE LA LUZ, Fotos y
meditaciones para aprovechar y rezar durante los días de Pascua.
-
Dibujar en una
cartulina a Jesús resucitado
-
Adornar y
rellenar cascarones de huevo y regalarlos a los vecinos y amigos
explicándoles el significado.
En la fiesta de la
Pascua, los judíos se reunían a comer cordero asado y ensaladas de
hierbas amargas, recitar bendiciones y cantar salmos. Brindaban por la
liberación de la esclavitud.
Jesús es el nuevo cordero pascual que nos trae la nueva liberación, del
pecado y de la muerte.
Sugerencias para vivir la Semana Santa
-
Asistir en
familia o a los oficios y ceremonias propios de la Semana Santa
porque la vivencia cristiana de estos misterios debe ser
comunitaria.
-
Se puede
organizar una pequeña representación acerca de la Semana Santa.
-
Poner algún
propósito concreto a seguir para cada uno de los días de la Semana
Santa.
-
Elaborar unos
cartelones en los que se escriba acerca de los días de la Semana
Santa y algunas ideas importantes acerca de cada uno de los días.
JESÚS HA RESUCITADO ¡VIVA
JESÚS!
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